Oso escirbir estos barruntos porque acabo de leer las reflexiones de un muy querido amigo mío acerca de la Navidad. En su ensayo, mi querido Alfredo pinta a la navidad como un momento de consumismo y embriaguez que ha sido enteramente desvirtuado de su razón de ser, es decir, celebrar el nacimiento de G-bús. Pues bien, aquí mis humildes opiniones acerca del fenómeno del que hoy somos víctimas.
Ah, la navidad. Temporada de amor y paz. Tan armónica, tan linda toda ella llena de foquitos, arbolitos, regalos y la bella familia. Basta ya. Seamos honestos. Los tópicos de la navidad son otros: el pavo seco, el guacalao y demás sabrosidades que no se acabarán sino hasta año nuevo, las tías bigotonas que gustan de besar a los pobres niños que, al juntarse, son como una manada de micos sin control. Los adolescentes de la familia, mientras tanto, se clavan la sidra y se van a algún lado escondido de la casa de los abuelos para beber y fumar ocultos de sus padres que, embebidos en interesantísimas charlas sobre pañales, rentas, vecinas, colegiaturas y recetas de concina, no notan qué hacen los querubines (un niño ya incendió las cortinas de la abuela mienras jugaba con el primo a los petarditos ardientes).
Los hombres, separados de las mujeres, discuten fervorosamente en futuro de Cuauhtémoc Blanco en la Selección Nacional mientras beben todo lo que pueden para evadir sus tristes vidas. La abuela y sus nueras cercanas, mientras tanto, enloquecen en la cocina y sirven a la familia gorrona que, de nueva cuenta, llevó una botella de sidra Santa Claus.
Tras la cena viene lo mejor: el intercambio de chucherías (calzones, peluches, perfumes Avón, cajitas musicales, cochecitos, chocolates rancios, tarjetas y cajitas musicales). Es inigualable la sensasión de felicidad al ver al sobrinito recibiendo unos simpáticos calcetines y balar al ritmo de "que-se-lo-poooonga!, que-se-lo-poooonga" cuando a la tía le regalaron una tanga roja para hacerse los graciositos.
Tan linda la navidad. Llena de familias de nucra existencia que van a castigar a los patriarcas de la familia con pagar y preparar la cena para 35 gorrones que han contribuído con su ebria presencia.
Los gorrones en cuestión, aprovechan la ocasión para llevar sus mejores ropas, recién compradas (a crédito, claro, la situación está difícil). Las nueras aprovechan para hablar mal de la suegra y de la nuera faltante, así como de ponerse al tanto de lo sucedido en las vidas de las otras (nada interesante, de verdad, exceptuando lo que se dice a espaldas de la gente ausente).
Es de las escenas más desagradables de nuestro mundo. Y aunque no es en todos los casos, en esto consiste la navidad para la Gran Familia Mexicana que, de nuevo, se reunirá el 31 para tragar uvas al son de las campanas del canal 2, porque ni cenando la tele se apaga.
Aunque este no es el escnario de todas las casas, el 24 de diciembre es así la mayoría de los casos. Otras familias, las llamadas disfuncionales, viven la depresión del padre ausente y la trsiteza de tener una cena para dos personas. Es digno de notar que esta trsiteza no es producto sino de los medios de comunicación masiva que establecen como ideal la primer escena descrita, pero si los dos ante la mesa se pusieran a pensar críticamente en el asunto, seguro notarían la feliz navidad que están pasando. Pues, ¿acaso, como bien decía Alfredo, la navidad no es un tópico más de las campañas publicitarias? ¿no es responsabilidad de Televisa, la creadora de La Gran Familia Mexicana?
¿Qué necesidad hay de comer pavo? ¿Por qué no pizza? ¿Por qué hay que ir a verle la cara a la familia y convivir con ella en un convite hipócrita donde, aunque todos se embriaguen juntos, no hay que le preste dinero a un primo que lo requiere ni quien le ayude a la abuela a hacer la cena?
Televisa y Tv Azteca han fomentado esta y otras aberraciones propias de La Gran Familia Mexicana, esa cosa horrorosa donde los individuos desaparecen para convertirse en una masa informe donde la felicidad está en tener un depto y un coche, dos niños y un perro y un vacío existencial que no se llena ni comprando, ni con la televisión, ni con tv y novelas, ni con el futbol ni los jueves de pokar y los domingos de reunión familiar.
Bien por los que se sienten felices viviendo al son de los valores de cualquier telenovela. Sin embargo, y para suerte de unos cuantos, existen los que apagan la tele y son capaces de disfrutar las verdaderas bondades de la vida: la libertad. Ese espacio donde uno, por desición propia, decide convivir con la familia o pasarla como hongo en casa jugando scrabble con un compañero de vida, sacar a pasear al perro, leer la novela que está tan buena o lavar las cortinas, y si se es católico y se celebra la navidad, llevar al menos una velita para G-bús, que nació. ¿Regalos? Sólo a quien se quiera y porque se quiere, sin la premura de comprar cualquier cháchara en la farmacia local.
ya te contesté por Acámbaro:
ResponderEliminarhttp://www.hi5.com/friend/profile/displayJournalDetail.do?ownerId=161567823&journalId=91054513
..algún día bloggearé.
... por cierto: Rodrigo Fresán (si te gustan mis babosadas TIENES que leerlo, si no lo has hecho) nació clínicamente muerto y con una Costilla de más (yo sé de eso). Él decía que era un mutante, pero menos feo; decía: "Soy un X-Men sin superpoderes: lo peor de ambos mundos ..."
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